13. YA EN NORUEGA. OSLO


   Entramos en Noruega el 10 de julio por Flötningen, y esa primera noche la pasamos a orillas de un lago cerca de la frontera (es un decir, ya que no había puesto fronterizo).
   La mañana siguiente nos ocupamos de sacar por internet el AutoPass, una forma de pagar los peajes de algunas carreteras noruegas.




  
    De camino hacia la capital, paramos a comer en un sitio precioso y solitario en el lago Torbergsjoen, donde José Ramón disfrutó de sus aguas con un magnífico baño. ¡Allí observamos el Colimbo Ártico!




      Nuestra visita a Oslo fue breve, pero pudimos hacernos una idea de cómo es, una ciudad que desde los años 80 ha cambiado su fisonomía urbana y el modo de vida de su gente, con singulares edificios y parques que le dan un toque personal y la hace diferente.
      Las dos noches pernoctamos en el mismo lugar, cerca del parque Ekeberg, donde vimos magníficas esculturas al aire libre de Dalí, Rodin y otros escultores menos conocidos. Desde allí se veía una preciosa vista de la ciudad y del largo fiordo Oslofjord, de 100 km de longitud.




Esta escultura es comedero y bebedero de pájaros.

    Luego nos fuimos para el centro histórico, vimos la catedral por fuera y entramos en la Biblioteca Nacional, paseando por calles anchas y barrios con encanto. Nos dio rabia no poder visitar la National Gallery por estar en obras, ya que queríamos ver, entre otras obras, El grito de Munch y los impresionistas.






   
   En los jardines del Palacio Real nos tomamos un bocadillo mientras veíamos el cambio de guardia con una gran banda de música que duró casi una hora. Allí coincidimos con una pareja de jubilados madrileños, Miguel y Concha, muy simpática, con los que charlamos largamente.



   De allí caminamos hacia el noreste hasta el extenso Parque de Esculturas Vigeland, en Frognerparken, que es uno de los mayores atractivos turísticos de la ciudad. Con 212 obras de granito y bronce de Gustav Vigeland (1869 - 1943), que comenzó a realizar en 1924, representando a personas desnudas de todas la edades. En el puente había 58 grupos de figuras en bronce, de diversas fases de la vida del ser humano. Al final, se encuentra el Monolito, que es un bloque único de granito, esculpido con 121 figuras desnudas entrelazadas.






       El Ayuntamiento de Oslo, junto al puerto,  se ha convertido en el emblema de la ciudad. El polémico edificio tiene dos altas torres y en una de ellas se encuentra el reloj más grande de Europa. En la sala de ceremonias, el rey entrega cada año el Premio Nobel de la Paz.



    Llegamos al magnífico edificio del Teatro de la Ópera, que se inauguró en el 2008 e inspirado en un glaciar emergiendo del mar. Está revestido con mármol blanco de Carrara y cristal, en el interior predomina la madera.
    Subimos a la terraza por unas rampas, donde contemplamos unas bonitas vistas al atardecer.







      Volvimos andando hasta donde habíamos dejado las furgonetas y de camino nos tomamos unas pizzas en un restaurante turco. Allí nos dimos cuenta de lo cansadas que estábamos, ya que contamos nuestros pasos y habíamos andado nada menos que 19 km durante todo el día, así que podemos decir que Oslo nos lo pateamos bien. 
     Nos llevamos una buena sensación, pues a pesar de que buena parte de la población de Noruega se concentra en la capital, se respiraba un ambiente tranquilo y agradable. Nos sorprendió cómo han integrado los edificios modernos en la ciudad antigua.




                               Nos vamos hacia los fiordos del oeste...










       




   

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