14. FIORDOS DEL SUROESTE


   Desde Oslo nos pusimos en camino hacia el suroeste, y en Lauvvik cogimos un transbordador para cruzar el fiordo y llegar a Oanes.
  Empezamos a darnos cuenta de lo diferente y absolutamente maravilloso que es Noruega, con su variado colorido, un verde luminoso en contraste con el ocre de las montañas rocosas, el azul de los fiordos y el rosa de las flores. ¡Unos paisajes espectaculares!





   El 15 de julio visitamos el Preikestolen, una formación rocosa sobre el fiordo Lysefjord, cuya localidad más cercana es Jorpeland.
   Para llegar hay que andar unos 4 km a través de senderos de montaña y lagos glaciares, tardamos 2 horas en subir y una hora y media en bajar.
   Había mucha gente por allí y al llegar a la piedra, cuyo nombre significa "púlpito", vimos una gran cola de personas para hacerse la típica foto en la punta, que tiene una caída vertical de 604 m. Nos impresionó cuando fuimos a comer a la otra ladera, ya que se veían las paredes de la roca y el camino por donde habíamos pasado. 










    Nos quedamos a dormir en Hjelmeland, un pequeño puerto encantador y tranquilo. Nos pareció curiosa la forma de pago de ese aparcamiento, ya que era metiendo el dinero en un buzón. Aún sin vigilancia todo el mundo paga.
   La puesta de sol fue magnífica. Al día siguiente nos sorprendimos al ver un visón europeo con su brillante pelaje negro antes de coger el  transbordador para Nesvik




    
   Desde Nesvik fuimos por una carretera que bordea el fiordo Josenfjorden.
Los paisajes eran impresionantes, íbamos por estrechas carreteras sinuosas de vértigo. 
   Llegamos a Odda, un bonito pueblo preparado para el turismo de invierno y entramos en la oficina de turismo para pedir información del P.N. Folgefonna, al que fuimos esa misma tarde para pernoctar en su aparcamiento y poder subir a una lengua del glaciar a la mañana siguiente.







   
    La subida hasta el glaciar la hicimos en dos horas. En los tramos más difíciles utilizamos las cuerdas que había para ayudarnos. Nos encontramos a gente, pero no tanta como en el Preikestolen.
   En la parte superior vimos el gran río bajando con fuerza. El imponente glaciar lo teníamos cerca, detrás del río, y no podíamos acceder a él. Lo admiramos tumbadas en una enorme piedra al borde del agua. Las grietas de la lengua del glaciar eran de color azul turquesa y las cascadas del deshielo caían a gran altura.
    Nos resguardamos del frío viento para comer. La bajada fue divertida utilizando las mismas cuerdas en las rocas casi verticales.










      Nuestro siguiente destino era el P.N. Hardangervidda, pero tras pasar un enorme puente, entramos en un túnel muy largo, en el que había una rotonda (era la primera vez que veíamos una rotonda en un túnel), nos confundimos y cogimos para la otra dirección, por lo que decidimos continuar hacia delante.
   No nos importó la equivocación, ya que nos dio la oportunidad de conocer Ulvik, un precioso pueblo al borde de un fiordo, muy tranquilo y con algunos hoteles lleno de japoneses. Nos quedamos a dormir junto a la iglesia con su cementerio después de un grato paseo.







   
   Salimos de Ulvik rodeando el fiordo y en lugar de coger el gran túnel de 24,5 km, preferimos tomar una carretera de montaña bastante estrecha y concurrida, con unas curvas muy cerradas y difíciles, que en algunas ocasiones hubo que pararse para dejar paso a los que venían de frente. Las vistas del fiordo eran impresionantes.
   Nos paramos en Stegastein, un mirador con un balcón de madera y cristal en el extremo. Desde allí vimos todo el fiordo y las montañas.


   



   Esa noche la pasamos en plena montaña y el canto de un Pechiazul nos ayudó a descubrirlo. Ese sí se dejó fotografiar (se puede ver en la entrada 4 de las aves). Nos estuvo lloviendo toda la noche...
   Y por la mañana, aún con lluvia, continuamos el viaje viendo las montañas con nieve, cascadas, glaciares, ríos, fiordos y una nube baja sobre el valle... ¡no podíamos ver un paisaje más bello!






   Llegamos a Lom, donde confluyen tres Parques Nacionales, por lo que estaba muy concurrido. Entramos en el Centro de Interpretación, el primero que había que pagar para ver una exposición. La iglesia sí nos gustó, toda de madera y muy antigua, del año 1160. En el río había una larga tirolina que nos hubiera gustado hacer, pero no nos atrevimos...





   Esa noche dormimos en la orilla del lago Langvatnet. ¡Qué maravilla de lugar! Subimos por la ladera de una montaña hasta la parte alta de una cascada, vimos unas magníficas vistas de todo el valle y en el río observamos el mirlo acuático.






   Uno de los fiordos más espectaculares y visitados es el de Geiranger, que contemplamos desde un barco durante hora y media. Está entre dos montañas muy juntas y queda encajonado, con grandes cascadas con curiosos nombres, como "Las siete hermanas", "El pretendiente" y "El velo de la novia". Esto lo supimos por las audioguías en español, que nos contaron historias sobre estas cascadas y cómo vivían las familias en las granjas, lo complicado que era desplazarse al pueblo sobretodo en invierno. Cómo son estas pendientes que  ataban a las cabras para que no se despeñaran...






   ¡¡ Continuamos nuestro viaje!!








Comentarios

  1. Preciosos paisajes de ensueño ánimo y a seguir conociendo mundo. 😃 👍 😘

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    1. Muchas gracias, hermano.
      Esperamos que pronto podáis disfrutar de estos maravillosos lugares.

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  2. Impresionantes fotografías, precioso los colores de los glaciares. Una belleza absoluta. 😘😘

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