16. ISLAS LOFOTEN Y VESTERALEN


   Nadie se va de Noruega sin visitar las islas Lofoten. ¡Ahora entendemos por qué! 



    Lofoten es un archipiélago situado en el Mar de Noruega. Antiguamente su riqueza provenía de la pesca del bacalao y su exportación a países como España, ¡quién no recuerda de pequeña el bacalao seco y salado! y actualmente se añade además el turismo. Muchas de las antiguas casas de pescadores o rorbu, se han convertido en alojamiento. Estas islas son incomparables por su luz y colorido, por sus altas montañas que se hunden en el mar...
   A las Lofoten se puede acceder por avión, por la carretera del norte o por barco desde Bodo. Nosotras utilizamos esta última.





   El viaje en ferry duró casi 4 horas y nos dejó en Moskenes, en la isla Moskenesoya. Desde allí fuimos hacia el sur hasta (a este corto nombre no le han añadido nada más), donde dormimos en un gran aparcamiento gratuito con todos los servicios.
   Nos gustó mucho este pequeño pueblo con casas rojas de madera sobre el agua y el reflejo de las picudas montañas en ella. Las gaviotas anidan en cualquier rincón y escuchamos su canto en forma de grito.
    Desde una colina junto al mar pudimos ver el sol reflejado en las islas del sur.





   Al día siguiente pasamos por Sorvagen, Moskenes y Reine. En este último paramos para verlo, es un hermoso pueblo pesquero y antiguo puerto comercial. Lo llaman la perla de las Lofoten. Pilar y Paco subieron a una alta montaña, y vieron una vistas fantásticas.







   Continuamos por la E10 hacia el norte y pasamos a la isla de Flakstadoya a través de un puente y paramos en la extensa playa de Ramberg, con arena clara y fina.
   Nos quedamos a dormir cerca de Nusfjord, otro pueblecito pesquero con casas unidas por un pasadizo de madera sobre el agua, que sirve además de muelle.








   Cruzamos la isla y pasamos a la siguiente llamada Vestvagoya, mayor que las dos anteriores. En Leknes compramos bacalao fresco y en una granja, quesos artesanos muy buenos. Ese día comimos en un lugar increíble, en una mesa con bancos al apetecible sol, al borde de un fiordo donde observamos muy de cerca al Eider macho.




   La noche la pasamos cerca de Eggum, una playa magnífica con una gran montaña a nuestra espalda. La puesta de sol fue memorable, andando por el muelle con secaderos de bacalao.





  A través de otro puente pasamos a la mayor isla de todas, Austragoya. Allí visitamos Henningsvaer, la población más al sur de la isla, demasiado turística y muy animada, sobre todo por jóvenes que acudían a un festival de rock durante tres días, veíamos tiendas de campaña por todos los sitios.








   La capital de Lofoten es Svolvaer, una bella ciudad con el puerto pesquero y comercial más importante del archipiélago. Dimos un paseo y compramos bacalao seco y salchichón de reno y alce en un puesto callejero en una plaza del centro.




  Dejamos las Lofoten para irnos a otra isla del archipiélago Vesteralen con un ferry durante unos 20 minutos para llegar a Malbu. Seguimos hacia otra isla por un puente enorme con una curva. ¡Vaya diseño chulo!
  Donde hicimos noche ese día, conocimos a una simpática pareja francesa, Marie y Philipe, que viajan en una Sprinter igual que la de José Ramón. Nos recomendaron un sendero que les gustó mucho y que hicimos al día siguiente.






  El 2 de agosto hicimos esa Ruta de la Reina de 15 km, por las montañas de la isla Langoya, desde Sto hasta cerca de Nyksund, durante 9 horas. Aunque las cumbres no eran muy altas  (la mayor mide 448 m), subimos a cuatro cimas siguiendo el sendero bien señalizado. Vimos a una pareja de Pigargos volando en vuelo nupcial. ¡Qué maravilla!
   Nos tomamos el bocadillo en un collado, y allí vimos en el suelo varios Chorlitos Carambolo. La última bajada fue bastante difícil por la fuerte pendiente.
   De vuelta por el sendero paralelo a la playa, encontramos a un armiño corriendo cerca.
    Ha sido impresionante las subidas y bajadas, caminar por las crestas, viendo al fondo las  altas montañas y los valles tan verdes, los lagos y el mar, las nubes entrando y saliendo como un manto (lluvia horizontal).










   ¡Qué suerte que en el fiordo donde pernoctamos estaba repleto de bígaros y mejillones en las rocas! En poco tiempo llenamos una bolsa y tuvimos para la cena. ¡Estaban exquisitos!
   En la isla de Andoya conocimos una  playa con grandes piedras planas junto al agua, que aprovechamos para hacer yoga. Llegamos a Bleik, un pueblo agradable con muchos parques infantiles y casas de verano junto al mar. Queríamos ver Frailecillos, pero no lo conseguimos. Sí que divisamos algunos cetáceos en el mar viendo la puesta de sol.
    Qué bien que encontramos a una pareja de italianos que nos dijeron que ellos fueron ese día en un barco a la isla de Bleiksoya para ver Frailecillos. Cosa que hicimos al día siguiente.









  Una de las experiencias más fascinante ha sido la de ver miles y miles de Frailecillos nadando junto al barquito donde íbamos unas 14 personas. Son unas aves encantadoras, con un pico que la caracteriza y un vuelo particular. Solo en  esta pequeña isla viven 40.000 parejas.
   De la cima de la montaña vimos salir a 6 Pigargos cuando oyeron el sonido que hizo el barquero con una piedra. ¡Qué impresionante fue verlos pescar tan de cerca! También allí vimos por primera vez Alcas y Araos. ¡Cuánto disfrutamos en la hora y media que duró el tour!








   A la isla de Senja llegamos en transbordador desde Andenes, y visitamos un precioso pueblo al norte, llamado Husoy, en medio del fiordo rodeado de altas montañas. Dimos un paseo hasta un faro muy pequeño y vimos la fábrica de bacalao que exportan a Portugal, entre otros países.










Dejamos las islas Vesteralen para seguir por la península hacia el Cabo Norte.

   

Comentarios

Entradas populares