1. ENTRAMOS EN DINAMARCA

 El domingo 19 de mayo 2019, entramos en Dinamarca por el norte de Alemania, al sur de Jutlandia.

  Nuestra primera noche la pasamos en Tonder, a 4 km de la frontera, una población con bastantes casas antiguas, de las que se destacan sus bellas puertas adornadas, la iglesia monumental del siglo XVI y los canales con mucha vegetación. Nos llamó la atención las calles tan vacías, quizás por ser domingo por la tarde.

    Viajamos por carreteras secundarias, así conocemos mejor los pueblos y la vida rural de este país. Los sembrados de colza pintan de un amarillo luminoso los verdes campos daneses.
    Vamos despacio porque vamos lejos.

 

   Gracias a Ana y a Ari tenemos este simpático logotipo.

  
 En la isla de Romo, al oeste de la península, pudimos disfrutar de sus playas y nos quedamos a dormir en un área AC (caravanas) magnífica.

  Continuamos hacia el norte y paramos en Ribe, una ciudad preciosa, la más antigua de Dinamarca. Paseamos por sus empedradas calles, vimos algunas  casas con vigas de madera en sus fachadas, del siglo XVI. La catedral (domkirke) es impresionante, del siglo XII, de estilo románico con influencias góticas.

  Ya en Jutlandia Centro, recorrimos la carretera que separa el fiordo Ringkobing del mar del Norte, donde observamos numerosas y variadas aves. Paramos para cruzar las dunas andando y llegar a una playa desierta.

  Cruzamos en transbordador hasta el Parque Nacional Thay, en el norte de Jutlandia. Hicimos un recorrido a pie de tres horas por bosques de hayas, abetos y arces hasta llegar a un lago. Nos impresionó su frondosidad y nos llenó de paz y tranquilidad.

  
   Visitamos el faro de Hanstholm, blanco, ancho y no demasiado alto. Desde allí vimos el mar a 40 metros de altura, algo extraordinario para un país super llano.

   Continuamos por la costa norte hacia el este, hasta llegar a Grenen, la punta más septentrional de Dinamarca, donde confluyen el mar del Norte con el mar Báltico. Dimos un paseo por la playa al atardecer y al llegar a la punta, pudimos observar el choque de oleaje de ambos mares... ¡fue muy emocionante! Curiosamente había muchas estrellas de mar allí mismo.

  El faro de Grenen se nos  pareció al de Chipiona... ¡Qué buenos recuerdos!

  Skagen nos gustó por sus casas amarillas y por su extraordinaria luz, que inspiraron a artistas del siglo XIX, llegados desde todos los países nórdicos para pintar esa luz. Hay varios museos de estos pintores.

  Bajamos por la carretera de la costa este hasta Hals, donde cogimos otro transbordador, ya que toda la parte norte de Jutlandia es una isla. Llegamos al Parque Nacional Mols Bjerge, donde pernoctamos cerca de un lago. Ese día paseamos y vimos muchas aves desde una torre de observación, así como una preciosa puesta de sol.

  Fuimos a Aarhus, la segunda ciudad de Dinamarca, después de su capital. Ese sábado 25 de mayo había un festival en el barrio latino de música, danza y teatro por sus calles. Había mucha animación y muy buen tiempo. Vimos una danza de ocho coreanos fantástica y participamos en la construcción de un edificio con cajas de cartón, que nos pareció  original y divertido.

  En esta ciudad también están concienciadas con el problema del cambio climático, ya que vimos una gran manifestación desde el restaurante donde estábamos almorzando, por lo que no pudimos sumarnos a ella. ¡Qué rabia nos dio!

De todas maneras, esta es nuestra aportación...